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El damasquinado, en el acero o el cobre, se practicó desde muy antiguo entre los egipcios, los griegos y los romanos. Adquirió gran desarrollo en Oriente desde que el Imperio Romano se trasladó a Bizancio, siendo originarias de Damasco, las mejores piezas que llegaban a Europa, por lo que este arte tomó el nombre de Damasquinado, aunque más propio es el de ‘Ataujía’ con el que también se designó. Por todo el mundo se imitaron las labores del damasquinado. A este resurgimiento de un arte olvidado en Occidente, contribuyó en primer lugar el lujo desplegado en las armaduras en toda Europa desde finales del siglo XV: suntuosos arneses de Carlos I y Felipe II. Aunque ya los egipcios, griegos y romanos utilizaron la artesanía del “Damasquinado”, es en la ciudad de Toledo donde esta técnica decorativa ha alcanzado la mayor de las famas y exquisitez en las piezas creadas. El damasquinado o “ataujía” no solo se ha empleado en el adorno de espadas, sino en platos, joyeros, y actualmente en los más diversos souvenirs que los turistas pueden comprar en numerosos establecimientos repartidos por toda la ciudad. El nombre proviene de Damasco, y la técnica fue traída a Toledo por los árabes, arraigando de manera notable. El proceso del damasquinado: la pieza a adornar debe ser preparada mediante el rayado o picado, que consiste en quitar a la superficie su tersura para que pueda agarrar el oro; no solo se consigue rayando con un buril, sino también con ácidos. Luego se toma el hilo de oro y se va incrustando; es lo que se llama propiamente damasquinado: el artesano va creando las figuras y adornos que le dicta su imaginación, aunque normalmente siguiendo modelos seculares. Después el hilo y el oro puestos se fijan en el acero a golpe de martillito y buril. Luego viene el pavonado: para que el acero sobre el que se ha fijado el oro no se oxide, se mete al fuego con una solución de soda caústica y nitrato de potasio; el pavón, es decir, el acero, sale negro, en cambio el oro o la plata, permanecen inalterables. De ahí se lleva la pieza al repasado final, que consiste en “dar movimiento” a la superficie dorada, darle “relieve” a base de buril y martillo, acabando el dibujo de los dorados. Es una tarea lenta y muy artesanal. En algunas tiendas de la ciudad, el mismo artesano permite ver parte de su trabajo, lo que en muchas ocasiones sorprende por la minuciosidad de la labor. La diferencia entre un buen damasquinado hecho a mano y un damasquinado “turístico” es la siguiente: en el damasquinado hecho para el turista, se emplea oro de baja calidad; y así ocurre que al poco tiempo la pieza se oxida y se pone fea. Además, estos damasquinados no se hacen a mano, sino a máquina y en el mismo tiempo que un buen artesano hace una pieza, una máquina hace quinientas. Si compras un damasquinado, comprueba la calidad del mismo, aunque detectar el bueno del malo no es sencillo… ¿Formas de detectar el bueno del malo? Los expertos saben distinguir una pieza de otra: normalmente las piezas hechas a máquina no suelen llevar apenas dibujos con hilo –es decir, líneas haciendo dibujos-, sino superficies más amplias y planas. Pero lo mejor es fijarse, y si está hecho a mano, se notará perfectamente el “pulso” del artesano en cada uno de los golpes. Para mayor seguridad, lo mejor es comprar las piezas en las diferentes tiendas que hay repartidas por la ciudad, especialmente en el casco. En algunas podrá comprobar cómo trabajan las piezas antes de ser puestas a la venta. images[2]images[9]images[10]images[1]¿Cómo se cuida el damasquinado? Según recomiendan los artesanos, aunque las piezas se tratan con productos especiales para mejorar su conservación,  no conviene mojar ni someter a fuertes humedades la pieza. Si se moja, hay que secar de inmediato. Por este motivo, en zonas costeras es conveniente guardar la pieza en vitrinas que prevengan de la humedad y el salitre. No se deben utilizar para limpiar productos abrasivos, ni limpia cristales o espumas, ni utilizar paños húmedos. Se recomienda frotar la superficie damasquinada con miga de pan o una goma de borrar blanda, para recuperar el brillo y color. Para mejor entender el proceso del damasquinado, acceda al enlace: https://www.youtube.com/watch?v=2Tx0vwynpu4 Fuente: – Pascual, C. (1976): “Guía secreta de Toledo”. Ed. Al-Borak.

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